![]() Por ahora, las grasas trans siguen siendo el villano en la dieta y las grasas insaturadas las buenas, pero cuando hablamos de las saturadas, parece ser que el paradigma está cambiando. Un estudio publicado en Marzo de este año cuestiona (nuevamente) el efecto perjudicial de las grasas saturadas. Ya en el 2001, el artículo de la revista Science de Gary Taubes (periodista y escritor) cuestionaba a la comunidad médica y al gobierno de los Estados Unidos por la interpretación errónea que hacían de la evidencia científica y sus recomendaciones a la población, sosteniendo la hipótesis de que las grasas (saturadas o no) no son las culpables de la obesidad, las enfermedades cardiovasculares u otras enfermedades crónicas, sino mas bien los carbohidratos refinados. El estudio al que hacía referencia inicialmente es del Annals of Internal Medicine y es una revisión sistemática y meta-análisis (de más de setenta estudios) donde se concluye que no hay evidencia suficiente para que las guías destinadas a la población recomienden un mayor consumo de grasas insaturadas y menor consumo de total de grasas saturadas. Contrario a esto, las últimas guias de Estilo de vida y Reducción del Riesgo Cardiovascular 2013 de la American Heart Association/American College of Cardiology (AHA/ACC) recomiendan reducir aún más el total de grasas saturadas a un 5-6% de las calorías totales, cuando las guías alimentarias de Estados Unidos del 2010 sugieren un 10% de las saturadas. También es criticado el antiguo estudio de los Siete países (1958) del investigador de Minnesota, Dr. Ancel Keys, citado ampliamente por haber encontrado correlación entre el consumo de grasas saturadas, aumento del colesterol LDL y enfermedad coronaria. Se critica la metodología del estudio y al Dr. Keys por haber elegido los países participantes, dejando afuera países que tienen alto consumo de grasas saturadas y bajos índices de enfermedad cardiaca como Suecia, Alemania, etc. Frente a esta controversia, ¿qué posición tomamos como profesionales de la nutrición? Por supuesto que el colesterol LDL no es el único factor a tener en cuenta cuando se evalúa el riesgo cardiovascular, sino que también influyen otros como el sobrepeso, estilo de vida, otros lípidos sanguíneos, etc. No creo que sea necesario ni del todo saludable restringir los lípidos saturados al 6% de las calorías de la dieta. Sobre todo porque las guías de la AHA/ACC no distinguen en tipo de grasas saturadas, cuando se cree que las grasas saturadas de los lácteos y de vegetales como el coco no serian perjudiciales (incluso tendrían potenciales beneficios). Debe considerarse también con que se reemplaza esa reducción de grasas en la dieta (muchas veces harinas refinadas). Creo que la respuesta es concentrarse en un abordaje global de la dieta donde tengamos en cuenta otros factores como la ingesta de fibra, ácidos grasos omega 3 y 9, antioxidantes, el valor calórico total, etc. Coincido con las recomendaciones de la AHA/ACC en promover una dieta similar a la mediterránea, enfatizando el consumo de hortalizas y frutas, cereales enteros, legumbres, pescados, aceites vegetales y frutos secos. Finalmente, hay que tener cuidado porque esta reconsideración de las grasas saturadas puede ser mal interpretada, no significa lo que muchas personas quieren escuchar…que es volver a comer, por ejemplo, manteca y grasa vacuna a libre albedrío... Uds. que opinan?
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Junio 2019
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